La educación emocional es un tipo de aprendizaje continuo y permanente en el que las personas adquieren la capacidad de percibir y comprender las emociones, propias y ajenas, así como gestionar y expresar las propias guiando los pensamientos y conductas positivamente.
Entre los beneficios de la educación emocional nos encontramos que:
- Favorece la resiliencia ante los eventos desagradables o incómodos de nuestra vida.
- Reduce el impacto de las emociones negativas que, aun siendo inevitables, no copan un espacio mayor del que le corresponden ni afectan significativamente a nuestro bienestar.
- Disminuye los niveles de ansiedad, estrés o depresión.
- Mejora nuestras capacidades cognitivas (facilita la atención, el pensamiento reflexivo o la creatividad)
- Mejora el conocimiento de uno/a mismo/a.
- Enriquece el autoconcepto y la autoestima.
- Favorece la automotivación y el logro de objetivos.
- Facilita las relaciones sociales y la resolución de conflictos.
- Posibilita la toma de decisiones reflexiva y madura.
Dimensiones de la educación emocional:
- Autoconocimiento: capacidad de reconocer una emoción cuando aparece y relacionarlo con el estímulo que lo provoca.
- Autorregulación: capacidad de mantener el control de uno/a mismo/a sin reprimir las emociones que nos surgen. Permite ofrecer una respuesta equilibrada frente a las emociones experimentadas.
- Empatía: capacidad para captar los estados emocionales de los demás facilitando la comprensión de los motivos de su comportamiento reaccionando de un modo socialmente aceptado.
- Motivación: relacionada con el impulso que conduce a una persona a elegir y realizar una acción entre aquellas que se le plantean en una situación. Mayor probabilidad de aprovechar las oportunidades, de superar las dificultades, de esforzarse para mejorar y aliarse con objetivos grupales.
- Habilidades sociales: capacidad de interactuar satisfactoriamente con las demás y comunicarse de modo claro, concreto y con respeto hacia las personas.
Algunas estrategias para educar emocionalmente a tus hijos/as:
- Ayúdales a nombrar sus emociones (positivas o negativas) y anímales a expresar como se siente ante diferentes situaciones.
- Ayúdales a que conozcan sus deseos, necesidades, valores, opiniones, limitaciones, etc. y a que respeten las de las demás personas.
- Favorece el que desarrollen una escucha activa mediante preguntas del tipo: ¿qué crees que quiere decir? o ¿qué ha pasado?
- Fomenta el autocontrol y la tolerancia a la frustración. Hazles saber que uno no puede tener siempre lo que desea ni en el momento que lo quiere.
- Motívales para que resuelvan sus problemas, ofreciéndoles ayuda si lo precisan, pero sin sobreprotegerles.
- Comunícate abiertamente con tus hijos/as en lo referente a sus emociones lo cual les ayudará a sentirse seguros/as y comprendidos/as.
- Refuerza positivamente sus esfuerzos por hacer bien las cosas y aprender.
- Enséñales que los errores forman parte del aprendizaje y muéstrales seguridad y confianza en sus capacidades para que vuelvan a intentarlo. Hazles saber que los fracasos son oportunidades para aprender.
- Fomenta en que piensen en las consecuencias a corto, medio y largo plazo de sus acciones antes de tomar una decisión.
- Facilita el que reflexionen acerca de cómo determinados comportamientos vienen precedidos por las emociones que sentimos en un momento concreto. Pararse a pensar puede ayudar a controlar la emoción y a no desarrollar conductas inadecuadas.
- Ayúdales a identificar pensamientos negativos que se acompañan de emociones negativas y llevan a comportamientos no deseados.
- Sé un buen ejemplo para tus hijos/as en las estrategias emocionales.
Los juegos, relatos, diario de emociones, vídeos, videojuegos educativos, ejercicios para resolver conflictos, análisis de la publicidad, observación del lenguaje no verbal, trabajo cooperativo, reflexión sobre artes: música, danza, pintura, etc. son algunas herramientas que pueden ayudaros a desarrollar la inteligencia emocional en vuestros/as hijos/as.