“Adrián, te he dicho mil veces que apagues la consola y te duches”.
“Noelia, te dije que llegaras a las 22:00 y son las 23:30, nunca me escuchas y haces lo que te da la gana”.
¿Te suenan estos ejemplos? Podríamos poner miles… Y es que en la etapa de la adolescencia y preadolescencia se producen muchos cambios evolutivos y, con ellos, la aparición de nuevos conflictos con los hijos e hijas.
¿Es normal el conflicto?
Nos referimos a conflicto cuando hablamos de todas aquellas situaciones en las que existe un desacuerdo entre dos o más partes, porque sus posiciones, intereses, valores, deseos, aspiraciones, objetivos… son incompatibles o se perciben como incompatibles y generan una confrontación.
Un conflicto es algo incómodo, de eso no hay duda, pero también podemos verlo como una oportunidad cuando existe un reconocimiento mutuo de las distintas necesidades e intereses y, desde ahí, tratamos de construir algo mejor para las partes.
Dificultades en la convivencia con adolescentes
En todas las familias surgen conflictos, que se suelen volver más intensos y frecuentes durante la adolescencia, dificultando la convivencia. Algunas de las dificultades que podemos encontrar en la convivencia con adolescentes son:
- Falta de confianza. La falta de confianza en las relaciones familiares puede llevar a problemas en la relación y la convivencia. Sin confianza, la relación pierde su seguridad. Esto puede llevar a conductas dañinas como sentimientos de desconfianza o posesión, no constituyendo una relación de apoyo sana.
- Diferentes expectativas. A menudo, los problemas en las familias aparecen cuando uno de los miembros tiene expectativas diferentes a las de los otros/as en cuanto a la carrera profesional, deseos familiares, etc.
- Cambios de circunstancias. Como familia, es difícil que todos los miembros evolucionen al mismo tiempo. Por eso la familia necesita ir reajustándose a cada etapa. Sin embargo, en algunos casos estos desajustes pueden dar lugar a conflictos. Por ejemplo, que los progenitores no acepten que sus hijos e hijas necesitan cada vez más independencia, menores que no desean tomar decisiones y las delegan en sus referentes adultos, etc.
- Mala comunicación. El éxito de una familia reside, entre otras cosas, en una comunicación eficaz. Una buena comunicación no tiene que ser continua durante todos los días sobre banalidades, sino que se debe tratar de una interacción real expresando sentimientos, deseos y miedos.
Estrategias para afrontar las dificultades en la convivencia
Para poder afrontar dichas dificultades, tenemos que saber con qué herramientas o estrategias podemos contar. Analizar si contamos con ellas o, quizá, sea algo que debemos fortalecer y a lo que debemos prestar más atención.
- Asertividad. Partamos de que se debe ser un buen ejemplo, no olvidemos que sois su referente. Es importante escuchar activamente, hacer que se sienta comprendido o comprendida, comunicarnos en el momento y lugar adecuados y compartir lo que sientes y piensas de una manera clara, respetuosa y sincera.
- Empatía. Entender sus emociones, pensamientos y conductas es fundamental para poder relacionarte con tus hijos e hijas ya que permite entender cómo se sienten y actuar en consecuencia. Por lo tanto, debes darle importancia a lo que te cuentan o les preocupa, al igual que escuchar sin prejuicios, evitar ponerte como ejemplo constantemente o intentar animar sin más con frases tipo “ánimo, en esta vida todo se supera”.
- Saber decir que no. Aunque a veces cueste, decir «no» suele resultar muy beneficioso. Hablamos de un “no” asertivo y razonado. Tómate un tiempo para pensar tu respuesta, argumenta las consecuencias, pero sin justificaciones. Utiliza un mensaje claro y breve. Es importante valorar a hijos e hijas cuando aceptan un “no”, tanto por reforzar su autoestima, como porque les ayuda a tolerar la frustración que implica no lograr lo que desean.
- Establecer normas y límites. Ofrecen una estructura y seguridad, además de ayudarles en el autocontrol. Es importante dialogar sobre las normas en familia, explicando qué se ha de hacer, cuándo y cómo, además de llegar a acuerdos sobre ellas para promover una buena convivencia y la prevención de conductas de riesgo.
¿Cómo resolvemos los conflictos?
Y, por último, vamos a ver algunas pautas para una resolución de conflictos eficaz y cómo llegar a acuerdos mediante un buen proceso de negociación.
- Intenta diferenciar o separar a la persona del problema.
- Si estás muy enfadado o enfadada, trata de calmarte antes de actuar y así evitaremos reacciones impulsivas.
- Debes tener en cuenta que la idea es resolver el conflicto y no “ganar” una discusión.
- Recuerda que la otra parte no está obligada a estar siempre de acuerdo contigo en todo.
- Respeta su punto de vista prestando atención y escuchando. Valida sus emociones. No le interrumpas mientras está hablando. Escucharlos activamente no solo fortalece su autoestima, sino que también ayuda a entender mejor sus preocupaciones y necesidades.
- Asegúrate que entiendes lo que te está diciendo, si es necesario pregunta.
- Habla de forma asertiva, respetuosa y concreta. Comunica tu visión del problema de una forma clara y honesta. Habla en primera persona.
- Trata de encontrar puntos en común con tus hijos e hijas e invítales a participar en la búsqueda de soluciones conjuntas.
- Resiste las ganas de solucionar el problema rápidamente y tómate el tiempo necesario.
- Si se llega a un acuerdo, asegúrate de que cada parte entendéis la solución elegida. Una vez que la solución está decidida, debes respetarla.
- Haz un contrato, por escrito, si es necesario.
- Haz un seguimiento de los acuerdos. Puede que tu hijo o hija no lo haga bien a la primera, está aprendiendo.
Sin duda, la adolescencia es una etapa de cambios llena de retos, desafíos y oportunidades. Como progenitores, debemos acompañarles con algo más de distancia que anteriormente, ya que es una etapa donde necesitan su espacio y tomar distancia de la familia para construir su propia identidad.
Aunque seamos conscientes de que deben tomar sus propias decisiones, es importante establecer normas y límites y llegar a acuerdos concretos sobre cuestiones importantes para facilitar la convivencia y su desarrollo.