El Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) es un trastorno mental grave, donde la persona que lo padece intenta solucionar sus problemas emocionales y vitales a través de la comida o el control del cuerpo. Es de origen multifactorial y una forma de expresar el sufrimiento a través del cuerpo, poniendo en riesgo la salud física y mental, incluso la propia vida.
A pesar de que los TCA se manifiestan principalmente a través de la alimentación y la imagen corporal, su impacto va mucho más allá, afectando profundamente el bienestar psicológico, emocional y social de las personas que los padecen. Con frecuencia, estos trastornos se desarrollan de forma progresiva y silenciosa, lo que dificulta su detección en etapas tempranas. Reconocer sus primeras manifestaciones es clave para prevenir consecuencias graves que afecten la salud física, emocional y social. Por ello, resulta fundamental prestar atención a ciertos cambios en el comportamiento, en la actitud hacia el cuerpo y en los hábitos alimentarios, ya que pueden ser señales de alerta ante la posible presencia de un trastorno.

¿Cuáles son las señales de alerta para detectar los TCA?
Para poder discernir qué conductas son propias de una mala relación con la comida y el cuerpo, hemos recopilado 10 señales que podrían indicar que existe un riesgo de padecer un TCA:
- Cambios de peso bruscos, impredecibles y acusados, sin causa física identificable. Como consecuencia de ello, podemos observar síntomas físicos como amenorrea (pérdida de la menstruación), lesiones… También es frecuente que aparezcan molestias digestivas —como sensación de hinchazón, falta de apetito, dolor abdominal o saciedad inmediata— sin que exista una causa orgánica que las justifique.
- Conductas extrañas con la comida. Los ejemplos de estos comportamientos son muy variados: beber agua antes de cada bocado, cortar la comida en trozos muy pequeños, calentar la comida repetidas veces, esparcir la comida por el plato…
- Comportamientos compensatorios: Algunas personas se obsesionan con el ejercicio físico, no por motivos de salud o para mejorar su rendimiento, sino con el objetivo de modificar su cuerpo. Hacen ejercicio de forma compulsiva y constante, incluso cuando no están en el gimnasio: evitan sentarse, mueven las piernas sin parar o se ofrecen continuamente para hacer tareas del hogar con la intención de quemar calorías. Además, pueden mostrar otras conductas para “compensar” lo que comen, como ausentarse durante las comidas o ir rápidamente al baño después de comer, a veces para provocarse el vómito o usar laxantes.
- Obsesión por la “comida sana”. Se puede percibir una obsesión muy marcada en cuanto a alimentos permitidos o sanos frente a alimentos prohibidos o malos. Cada vez existirán menos alimentos en la columna de los alimentos permitidos y nos encontraremos con una dieta cada día más restrictiva.
- Falta de alimentos de forma constante en nuestra nevera y despensa. Puede ser que las familias empecéis a observar que hay alimentos que, de repente, no están en la nevera y cuando contabais con ellos para preparar las comidas u organizaros la semana. A diferencia de otras señales, este síntoma se relaciona con la presencia de episodios de atracones, que suelen darse a escondidas o cuando nadie los ve. También podemos encontrar papelitos de comida en su habitación o sus pertenencias.
- Discurso de rechazo, desprecio y severa autocrítica hacia el propio cuerpo. En los TCA, la relación con el cuerpo suele estar profundamente afectada. Aunque en la sociedad es común escuchar comentarios negativos sobre el aspecto físico, en las personas con un TCA estos comentarios se vuelven constantes, extremos y sin filtro. No se trata solo de insatisfacción corporal, sino de un discurso cargado de odio hacia uno mismo, que puede incluir frases como “me doy asco” o “odio mi cuerpo”. Esta autoagresión verbal refuerza la baja autoestima y alimenta las conductas dañinas propias del trastorno.
- Reacciones emocionales muy inestables. Las personas que están luchando contra el TCA sufren un agotamiento emocional muy grande debido al control que hacen de cada una de las decisiones de su vida. Además, si no están bien nutridas, su funcionamiento cerebral es peor, por lo que las reacciones emocionales van a ser realmente explosivas e inestables.
- Perfeccionismo y control. Muchas de las personas que llegan a desarrollar TCA tienen una personalidad muy rígida, enfocándose en el resultado y los logros, llegando a comportamientos extenuantes para conseguir sus objetivos. Además, muestran poca tolerancia a la frustración cuando fallan y no se divierten con actividades que no les reporten un beneficio. Es común encontrar reacciones desproporcionadas ante los “cambios de planes” aparentemente irrelevantes, por ejemplo, de horarios o actividades.
- Problemas con las relaciones sociales o rupturas relacionales. Una de las alertas más comunes es que cada vez se encuentran más aislados/as. Van a pocos eventos sociales porque habrá comida, y eso les genera mucha ansiedad. Las personas con TCA suelen experimentar una gran inestabilidad emocional. Esto afecta su capacidad para manejar conflictos, expresar lo que sienten o defender sus necesidades de forma asertiva. Como resultado, les cuesta comunicarse de manera saludable y sus relaciones personales —con familia, amistades o pareja— pueden verse muy afectadas.
- Aparición de autolesiones. Las llamadas autolesiones son peticiones de ayuda que la persona hace cuando no puede comunicar el dolor emocional. Además, en el caso del TCA, muestra el grave rechazo que estas personas sienten por su cuerpo.
En conclusión, estas señales más comunes en el TCA nos pueden ayudar a las familias, profesorado y otras personas adultas en contacto con menores a darnos cuenta de que algo está pasando antes de que la enfermedad esté ya asentada.
Hablar de estas señales, ponerlas encima de la mesa, y en caso necesario, pedir ayuda profesional favorece una detección temprana y mejora significativamente el pronóstico.