La convivencia positiva en cualquier contexto requiere del establecimiento de normas y límites que regulen las interacciones sociales y permitan a los/as más jóvenes comenzar a controlar su conducta con el fin de desarrollar una autonomía e independencia como futuro adulto.
Pero, ¿qué entendemos por normas? Las normas son pautas que indican qué, cuándo y cómo debemos realizar una determinada tarea. Es la forma en la que se traducen los límites.
¿Y qué entendemos por límites? Es el terreno de juego donde se establece lo que está permito y no. Constituyen un marco de seguridad (peligro, higiene, sueño, alimentación, estudios, etc.) y ayudan a fomentar el autocontrol, la responsabilidad y la tolerancia a la frustración.
Establecer límites y normas por parte de los progenitores es una tarea primordial siendo los principales y más importantes educadores desde las primeras etapas de la infancia y, sin duda, cuando llega la adolescencia.
Es preciso tener en cuenta que habrá distinto nivel de importancia de las normas:
- Normas familiares fundamentales. Están relacionadas con temas primordiales de interacción social como el respeto entre los miembros, la escucha, la no violencia, etc. y que son de obligado cumplimiento por toda la familia.
- Normas familiares importantes. Regulan la convivencia en detalles organizativos como la hora de comidas, descanso, hora de llegada a casa, etc. Se han de cumplir de manera prioritaria, aunque se puede ser flexible en algunas circunstancias.
- Normas familiares secundarias. Aquellas normas relativas a la organización de la vida doméstica como hacer la cama todos los días, recoger la ropa del suelo, el uso de la tecnología, etc. Se pueden negociar entre los miembros de la familia y se puede ser flexible en su cumplimiento.
En numerosas ocasiones los padres y las madres se ven desbordados cuando el/la joven comienza a mostrar las primeras manifestaciones de la pubertad y adolescencia acompañadas de dificultades para asumir normas y límites, faltas de respeto, problemas en la escucha, etc., es decir, cuando manifiestan una actitud egoísta y rebelde.
Es especialmente importante tener presente que, en esta etapa transitoria, los límites y las normas son claves para atravesar esta fase de la vida en las mejores condiciones y garantías de éxito. Todas las personas necesitamos reglas de funcionamiento y el/a adolescente especialmente para poder encontrar un autocontrol de sus emociones y comportamientos.
A medida que los/as adolescentes muestren conductas responsables y muestren su capacidad para la toma de decisiones se irá ampliando el espacio de libertad del/a menor para que la autorregulación por su parte gane cada vez más espacio.
Desde UNAF consideramos que un estilo educativo familiar democrático y participativo es el más saludable para todos los miembros del grupo familiar. En él, los progenitores manifiestan un afecto positivo y habilidades comunicativas asertivas compaginándolo con unas normas y límites apropiados a la edad y al nivel evolutivo de cada uno de los hijos e hijas.
A continuación, os proponemos un DECÁLOGO de cómo establecer unos límites y normas saludables:
- Conviene que los progenitores establezcan cuáles son los límites y normas que consideran esenciales de acuerdo a su modelo familiar y las consensúen conjuntamente por el beneficio de los/as hijos/hijas.
- Las normas primordiales serán pocas y descritas con un lenguaje claro y sencillo.
- Han de formularse de forma positiva, no como prohibiciones. Es importante informar de aquella conducta que se desea que se lleve a cabo y no de la que no se desea.
- Se han de razonar con el/la adolescente en un ambiente comunicativo proactivo y ser transmitidas cuando exista un contexto emocional positivo. No han de ser impuestas en un tono autoritario ni mostrarse beligerante ante las posibles presiones de los/as menores/as. Conviene incorporarle en la toma de decisiones ya que favorece la asunción de las mismas y el proceso madurativo.
- Las normas que se pacten con el /la adolescente han de ser firmes y estables. Esto no implica que puedan existir excepciones a las reglas de convivencia, pero siempre se explicitará dicha excepción para que puedan seguir manteniéndose en el tiempo.
- Cuando se establezca la norma es importante que se manifieste la penalización que implicaría su no cumplimiento. De este modo, nos ahorramos un gasto de energía importante en discusiones que tienen escasa o nula efectividad cuando la norma deja de acatarse.
- Las consecuencias negativas conviene que se apliquen inmediatamente y que tengan una temporalización corta. Esas sanciones han de consensuarse con el/la joven, paralelamente al establecimiento de la norma. De este modo, si deja de cumplirse la norma ya conocerá las consecuencias asociadas y ayudará a que como progenitores no os sintáis con culpa o mostréis autoritarismo.
- Se ha de reforzar el cumplimiento de la norma y confiar en las capacidades de los/as hijos/as. El/la adolescente se sentirá un protagonista valorado por el sistema familiar, apreciará el estrecho vínculo afectivo con los progenitores y estará más propenso a continuar cumpliendo la norma y a autorregularse por sí mismo.
- Tener presente que hay normas de convivencia que forman parte de todo el sistema familiar por lo que es preciso que se cumplan por todos los miembros del mismo, incluidos los progenitores.
Las madres y los padres sois un modelo de referencia básico para vuestros descendientes por lo que, mantener una coherencia entre los mensajes expuestos y las conductas desarrolladas, se hace especialmente significativo para el/la adolescente y, especialmente, en lo relativo al cumplimiento de las reglas convivenciales. Si se han cometido errores es preciso reconocerlos ante las hijas e hijos y asumir que se puede contar con estados de ánimo displacenteros.
RECUERDA:
Las normas y límites ofrecen a las/los menores un entorno seguro y estructurado en su proceso de maduración y diferenciación como individuos.
Las normas y límites en el seno familiar son herramientas básicas para regular la convivencia, mejorar las relaciones entre los distintos miembros y fomentar otras habilidades en los hijos e hijas como el autocontrol, la autoestima, las habilidades comunicativas o la toma de decisiones.
Susana Piedra, psicóloga y técnica de sensibilización en mediación intergeneracional y centros escolares de UNAF.