Lidia Núñez López tiene 41 años y vive en Madrid. Estudió Turismo y desde hace años trabaja como secretaria en un despacho de abogados, donde colabora en el comité de responsabilidad corporativa. Lidia también participa en colectivos sociales de la ciudad y está intentando orientar su actividad laboral al ejercicio de la mediación. Por eso en 2015 realizó el Curso de Formación en mediación familiar de UNAF. En 2016 terminó sus prácticas y hoy está realizando los trámites para poder formar parte del Registro de mediadores.
Lidia espera ejercer un día como mediadora, ayudar a divulgar estas herramientas de la mediación y que en la Wikipedia haya una entrada más completa que la actual. Convenimos en refrendar un párrafo: «La mediación se distingue de otros sistemas alternativos de resolución de conflictos como la conciliacióny el arbitraje. La mediación se caracteriza por el principio de neutralidady no reemplaza el papel protagonista de las partes en la elaboración del acuerdo».
¿Qué buscabas en el curso de formación en mediación familiar que hiciste en UNAF?
Formarme para ejercer profesionalmente como mediadora. Fue un viaje hacia el conocimiento propio. En mi caso cumplió con creces unas inquietudes teóricas y sobre todo prácticas, a través de las simulaciones y de las prácticas con casos reales. A nivel personal, fue un proceso muy intenso y el descubrimiento de unas maneras de proceder que, más que ser útiles, son necesarias para la vida cotidiana y la resolución de conflictos de todo tipo.
¿Qué es lo que más te sorprendió del curso?
El grupo de alumnos y alumnas que formamos. Éramos un colectivo muy heterogéneo, con edades y trayectorias académicas y profesionales muy distintas, pero todas las personas teníamos el mismo objetivo. Compartíamos las mismas inquietudes en torno a analizar los problemas de comunicación y las relaciones familiares. Así que el grupo de estudiantes nos convertimos en una comunidad que investigaba y ponía en práctica las herramientas de la mediación familiar, guiadas por maestras y maestros con mucha experiencia.
¿Qué hiciste después de terminarlo?
Digerir todas las herramientas aprendidas (sigo en ello), seguir formándome en comunicación no violenta y colaborar con OptaXMediar, una asociación de mediación que unas compañeras crearon en Madrid hace un año. Ahora estamos dándonos a conocer en las redes sociales, en colegios y entre otros compañeros mediadores, abogados y trabajadores sociales.
¿Puedes contarnos alguna experiencia de mediación que recuerdes?
En UNAF estuve presente en un caso de prácticas quizás atípico: Era una pareja. Una mujer y un hombre. No luchaban entre ellos ni metían a su hijo por medio. Ella había decidido separarse, pero los dos tenían muy claro que no querían hacerle daño a su hijo y ambos estaban muy comprometidos con ello. Ahí pude ver de primera mano el espíritu de la mediación. Era eso: el objetivo común era el hijo, aprender a comunicarse de otra forma.. Quitarnos el «nunca, siempre, prohibido…». Nos han educado de esa forma y utilizamos ese tipo de vocabulario sin darnos cuenta. El primer paso es ser consciente de ello. Nos da miedo lo extraño. En lugar de conocer lo que es diferente, nos alejamos y no escuchamos. A veces la rabia nos ciega y no nos deja ver más allá de nuestro dolor. Pero puedes llegar a ti misma y a las demás de otra manera, cambiando el estilo de la comunicación. Y los resultados son sorprendentes.
¿Qué diagnóstico haces de los servicios públicos de mediación españoles?
Aquí faltan medios. La mayoría de la gente todavía no sabe en qué consisten los servicios de mediación o desconfía (prefieren ir a un tribunal). Aunque cada vez hay más divulgación sobre los procesos de mediación familiar, falta información. Puedes acudir al Registro de Mediadores, pero no hay orientación ni ayudas, así que la gente todavía es muy reacia, sobre todo en temas de separación y divorcio con hijos e hijas por medio. En general prefieren acudir directamente a los tribunales en lugar de intentar resolver los problemas de otra forma, a través de la comunicación. El nivel de litigiosidad es muy elevado en España, a diferencia de lo que sucede en otros lugares de Europa, donde se intenta utilizar otras vías antes de ir a juicio.
¿Se puede entender la mediación como un derecho?
Yo diría que sí. Igual que el acceso a los tribunales y a la justicia, la mediación también debería ser un derecho básico en nuestra sociedad. Y debería serlo desde que naces. En algunas escuelas y colegios se está fomentando la figura del mediador/mediadora entre el alumnado, para que sepan cómo manejar sus conflictos y peleas de otra manera, no de una forma violenta, sino comunicándose desde el respeto. Esto es un aprendizaje transcendental para la vida propia.
¿Qué desafío tenéis las personas que os habéis formado en mediación?
Hacer que la gente conozca y confíe en las herramientas de la mediación. Cuando yo me inscribí en el curso de UNAF había muchas personas de mi entorno que no tenían ni idea de lo que eran los procesos de mediación. Incluso me dijeron: «¿Mediación? ¡Qué cosas se inventan hoy!». Esto es muy indicativo de una sociedad. En la actualidad, el mayor reto es cambiar colectivamente la mentalidad. Para eso necesitamos divulgar las herramientas de la mediación. Y necesitaríamos el apoyo de las instituciones públicas. Estamos hablando de cuidarnos y apoyar lo común en unos tiempos muy hostiles. No todo se puede resolver con mediación, pero bastantes cosas sí.