En nuestra cultura las fiestas navideñas han tenido siempre un importante componente familiar. No solo porque en su origen religioso se rememora y festeja el nacimiento de un niño, sino porque estas fiestas se han convertido ya en una costumbre social cuyo sentido fundamental es la reunión de las familias.
Pero ¿cómo se viven estas fiestas en las familias que han tenido que atravesar un proceso de ruptura de los progenitores? Para ellas las navidades adquieren, sobre todo al principio, un significado distinto impregnado de una cierta ambivalencia provocada, por un lado, por la alegría que conlleva la celebración y por otro, por la tristeza que supone la ausencia de al menos uno de los seres queridos con el que en otro tiempo se estaba acostumbrado a compartir esos momentos. Son los niños y niñas los que más notan su ausencia, y los padres y madres los que más pueden hacer para normalizar y minimizar la factura emocional que para ellos puede suponer esta situación.
Algunas de las cuestiones que deben plantearse para conseguir este objetivo son de sentido común. Los hijos e hijas necesitan el cariño y la atención de sus progenitores, por lo que es importante repartirse de forma equilibrada estas fiestas permitiendo que mantengan el contacto con ambos y sus respectivas familias de origen. Al principio es conveniente respetar las tradiciones en el reparto de los de tiempos que ya estén arraigadas en la familia, ya que ello permitirá que el niño o la niña se acomoden mejor a la nueva situación.
Es aconsejable también facilitar todo lo posible los intercambios parentales, que deben desarrollarse libres de tensiones para que estos momentos sean menos difíciles para ellos. Para conseguirlo os ofrecemos a continuación una serie de recomendaciones.
Antes de que se produzca la salida de casa
- Establece y trata de mantener una actividad rutinaria en los momentos previos a la salida de tu hijo o hija hacia el domicilio del otro progenitor: jugar, leerle un cuento…
- Intenta mantener siempre un mismo ritual de despedida: por ejemplo, darle un abrazo, un beso y decirle de forma cariñosa algo como “te quiero, nos vemos pronto”.
- Permite que en su maleta se lleve algún objeto personal que le guste, por ejemplo, un peluche, un muñeco, algún juego habitual…
Durante el intercambio
- Procura tener preparado a tu hijo o hija con tiempo e intenta ser siempre puntual cuando tienes que recogerlo o entregarlo en el otro domicilio.
- Sé educado y respetuoso con su otro progenitor. Evita las discusiones o intercambios de información irrelevante o que no tengan nada que ver con lo que está sucediendo en ese momento.
- Si el niño o la niña está siendo tratado médicamente asegúrate de trasmitir las instrucciones adecuadas para la correcta administración de sus medicamentos.
- Si existen dificultades para evitar discusiones en presencia de vuestro hijo o hija, plantéate la posibilidad de realizar los intercambios sin mantener contacto con el otro progenitor ya que lo realmente importante es preservar al menor de presenciar situaciones de tensión parental, que son dañinas y absolutamente innecesarias.
Una vez que se produzca el retorno a casa
- Mantén la paciencia y no te sorprendas si tu hija o hijo se comporta mal o tiene una conducta retraída cuando llega a casa.
- Al regresar a casa puede necesitar estar solo o sola durante un tiempo. Permítele pasar ese tiempo tranquilo y solo si ese es su deseo.
- Comprende que quizás no desea hablar del tiempo que ha pasado con su otro progenitor. Respeta sus preferencias.
En estas fiestas es también necesario que los progenitores seamos capaces de mantener una actitud coherente con los criterios educativos que hemos tratado de inculcar a nuestros hijos e hijas a lo largo de todo el año. Es lógico mantener una cierta flexibilidad con los horarios y las tareas que desarrollan al encontrarse disfrutando de un periodo vacacional, pero es conveniente que asuman algunas obligaciones familiares que se hayan establecido de forma coherente con la etapa de desarrollo evolutivo en la que se encuentre el niño o la niña.
Hay que huir abiertamente de la tendencia que padres y madres tenemos en ocasiones de responder de una forma puramente emocional. No debemos dejarnos atrapar por la pena o la culpa que en ocasiones nos suscita el hecho de que nuestros hijos estén obligados a adaptarse a esta nueva situación como consecuencia de nuestra ruptura, ya que ello únicamente nos llevaría a modificar sustancialmente los patrones educativos establecidos a lo largo del tiempo, sin tener en cuenta la dificultad que a la larga va a suponer recuperarlos.
Tampoco es muy recomendable ofrecer a nuestro hijo o nuestra hija el regalo navideño mejor o más caro. Generalmente, este tipo de conducta responde a un intento de compensar algunas carencias de la relación. Y además de ser poco educativa, puede contribuir a construir una relación materialista e interesada. Una buena idea sería tratar de consensuar los regalos que se van a hacer a los hijos e hijas y afrontar conjuntamente los gastos que estos acarren.
Por último, es fundamental intentar disfrutar de todos y cada uno de los momentos, compartiendo actividades juntos y haciendo sentir a nuestros hijos e hijas la importancia de su compañía, y creando a su alrededor un clima relajado y positivo.
Carlos Abril, mediador familiar de la Unión de Asociaciones Familiares