En unas pocas semanas darán comienzo las fiestas navideñas, unas fechas muy esperadas por muchas personas, donde poder disfrutar de la compañía de nuestros seres queridos, momentos de reencuentros con familiares y amigos, y la oportunidad de compartir momentos de alegría e intimidad con ellos.
Pero todo ello tiene un reverso doloroso para otras muchas personas: la ausencia, no solo de seres queridos, sino de viejos rituales, se hace más presente y más dolorosa.
Como ya hemos hablado en posts anteriores, los periodos vacacionales son propicios a un mayor estrés relacional entre los miembros de la familia, especialmente entre los miembros de la pareja. Una de cada tres separaciones o divorcios se dan en el mes de septiembre, y asimismo en enero, tras las vacaciones Navideñas, vemos un considerable aumento de los mismos.
Uno de los principales motivos es que en vacaciones aumenta el tiempo compartido en familia y en pareja. Esa mayor exposición hace que se visibilicen más las discrepancias, salgan a la luz todos los problemas que durante el año se han podido ir tapando y, por lo tanto, se agudice la crisis en la pareja, cuando la hay.
Las familias reconstituidas no solo no son una excepción de este fenómeno sino que en ellas la tendencia se agudiza. Frente a la idea generalizada de que el divorcio es causado por una “mala elección de pareja” (“ya me equivoqué una vez y no me va a pasar de nuevo”), el índice de divorcios de los segundos matrimonios es más elevado que el de los primeros. Y la disolución del mismo es también más rápida, suele producirse como promedio a los cuatro años, contra una media de siete años para los primeros matrimonios.
Y ¿por qué hay más separaciones en las familias reconstituidas, en los segundos matrimonios? Como ya hemos comentado en otras ocasiones, hay varios motivos que lo explican, pero que podríamos resumir en que la pareja es el vínculo más nuevo y vulnerable en esta nueva familia.
Es, por tanto, importante que las figuras adultas de las familias reconstituidas pongan el foco en cómo proteger su relación de pareja ante todo el estrés relacional que se intensifica en estas fechas (la propia familia, las exparejas, tiempo compartido con los hijos/as propios y los de la pareja, etc.). Una palabra clave en la gestión de estos días es la planificación. Intentar planificar hasta el último detalle. Y, pese a ello, no tener unas expectativas irreales de armonía y paz en todo el momento. Por experiencia sabemos que cierto conflicto es inherente e inevitable y forma parte de estas fechas, como el turrón y las uvas.
Asimismo, para muchas familias estas van a ser las primeras navidades tras la separación, y como comentábamos antes, es el momento donde se harán más presente las pérdidas y los cambios que todo divorcio conlleva.
Quizás sean las primeras navidades que tengáis que pasar ciertas celebraciones sin vuestros hijos o hijas, y estos sin uno de sus progenitores. También quizás se eche de menos a la antigua pareja, especialmente si ha pasado poco tiempo de la separación y no fue una decisión propia. Quizás para algunas personas sea el momento en que se visibiliza el fracaso de un proyecto vital como la formación de una familia, con todo lo que a nivel personal implica.
Pueden ser entonces unas fechas donde se agudiza y se visibiliza el dolor generado por la ruptura, tanto para las personas adultas, como para los/as menores.
También es el momento en que se pueden perder antiguos rituales (Ej. En Nochebuena cenábamos siempre en casa de los abuelos maternos y venían todos los primos/as, y este año ya no va a poder ser así). Rituales que son muy importantes, especialmente para los niños y niñas.
Es necesario entonces recordar que toda pérdida significativa como un divorcio requiere un duelo, que siempre es doloroso y lleva un tiempo y que todo cambio requiere un periodo de adaptación, y que el malestar que ello produce, especialmente en las/los menores, se puede traducir en conductas que a veces son malinterpretadas por los progenitores. Es importante que puedan acompañar a sus hijos e hijas en estos momentos tan importantes, anticipándoles los cambios y pudiendo hablar con ellos/as de este malestar y dolor. Para ello hay que intentar no quedar atrapado/a en el propio dolor.
Como ya sabemos, el principal reto de la familia reconstituida es aprender a manejarse con las pérdidas y los cambios.
Porque, no hay que olvidar, que todo final también es el comienzo de algo nuevo. De construir nuevas relaciones, nuevas ilusiones, nuevos rituales. De empezar a escribir un nuevo relato. De saber cerrar relaciones de pareja que solo causaban dolor a todos los miembros de la familia. De saber ser padres y madres sin ser pareja.
Porque la Navidad también es el momento de nuevos propósitos de cara al nuevo año y de saber mirar al futuro con esperanza e ilusión.
Gregorio Gullón, terapeuta y mediador familiar de UNAF