El proceso de mediación familiar tiene una serie de características que le convierten en una alternativa sumamente ventajosa a la hora de afrontar una ruptura matrimonial o convivencial, especialmente cuando se tienen hijos e hijas en común.
A continuación, os describimos algunas de estas peculiaridades:
– Permite el restablecimiento de la comunicación entre ambos progenitores, ofreciendo a la pareja un espacio neutral y confidencial donde hablar de los problemas que les preocupan con respecto a su separación.
– Fomenta en los/as participantes actitudes de colaboración frente a las de confrontación propias de un procedimiento contencioso. En una mediación, ambos progenitores están de un mismo lado, del lado de la familia y, por tanto, son capaces de priorizar un interés compartido, como es la parentalidad, frente a los intereses personales.
– Ofrece al padre y a la madre la oportunidad de tomar sus propias decisiones con respecto al porvenir de sus hijos e hijas, sin que nadie deba hacerlo en su lugar. El acuerdo que se busca es “su acuerdo” y la búsqueda se realiza por ambos progenitores de forma conjunta.
– Facilita la posibilidad de aprender nuevas maneras de encontrar soluciones a los problemas tantas veces discutidos entre la pareja. Nuevas formas de encontrar zonas de consenso que en un futuro pueden ayudarles a dar respuestas en común a los problemas que puedan surgir una vez producida la ruptura.
– Por último, la mediación familiar es claramente beneficiosa para hijos e hijas ya que, en ella, se van a analizar los comportamientos y las actitudes que se deben tener a la hora de minimizar las consecuencias que la ruptura puede tener en el proceso adaptativo de los/as menores a la nueva situación familiar.