De la misma forma que existe un ciclo vital en cada persona (nacimiento, infancia, adolescencia, adultez, vejez, muerte), las familias tienen su propio ciclo vital familiar. En la familia tradicional el ciclo vital familiar solía ser común a todas las familias. Comenzaba con la formación de la pareja, el nacimiento de los hijos o hijas, se configuraba como familia con hijos o hijas pequeñas y después adolescentes. Continuaba con la partida de éstos del hogar, dejando el nido vacío, obligando a los padres y madres a mirarse de nuevo en esta última etapa, que habitualmente llevaba a estos padres y madres a ser abuelos y abuelas, readaptando también los roles a esta nueva situación. En muchas ocasiones también, estos padres y madres que han cuidado, pasan a ser dependientes de sus hijos o hijas, configurando nuevas formas de relación, de jerarquías y de poder.
Si ya es complejo el ciclo vital de la familia tradicional, cuando se trata de una familia reconstituida, aumenta la riqueza con una gran variedad de configuraciones nuevas. Esto conlleva que sea más difícil estipular de qué forma se van a ir sucediendo las fases del ciclo vital familiar. El tipo de conflictos y duelos que van sucediendo en relación a este ciclo vital, se tienen que ir definiendo sobre la marcha porque tienen una estructura mucho más flexible y líquida.
Los y las profesionales que trabajamos con familias reconstituidas, tenemos que tener en cuenta que estas familias no siguen los patrones de la familia tradicional y, por tanto, su ciclo vital familiar también cambia. De la misma forma, es positivo que los y las miembros de la familia reajusten también sus expectativas porque solemos venir configurados con el “chip” de la familia tradicional, como ya hemos comentado en diferentes ocasiones y en otros artículos de análisis.
Algunos autores han hablado ya de esto (Barbagelata, 2001; Linares, 2015), incluso introduciendo a nivel teórico el divorcio como una etapa del ciclo vital familiar (Giraldo y Wild, 2015) dándole la importancia que tienen los nuevos modelos familiares en los que la separación es la opción oportuna cuando una pareja tiene dificultades. Estas autoras hacen hincapié en que el ciclo vital familiar estándar tiene hoy muchas variaciones y que los divorcios conllevan un duelo a nivel familiar, constituyendo un momento muy importante en su ciclo vital.
“El divorcio o la separación en la sociedad actual es un hecho normal, funcional y que en sí mismo no debe ser patógeno: es una etapa diferente del ciclo vital familiar, es un hecho que hace complejo el grupo familiar, que puede ser enriquecedor si la organización posdivorcio no se transforma en disfuncional; en una palabra, si después del divorcio se logra rehacer una parentalidad cooperativa” (Barbagelata, 2001, pág.2).
Podemos ver que estamos ante nuevos modelos de familia en los que el ciclo vital familiar cambia. Sabemos que los cambios de fase en cualquier ciclo vital conllevan un duelo relacionado con la pérdida del estado anterior. Observamos que toda la familia tiene que hacer estos duelos, por ejemplo, el duelo del divorcio o el duelo de la familia tradicional que ya nunca serán. Esto se mezcla con otros duelos, como el duelo del paso de los hijos a la adolescencia o el duelo de ruptura de la pareja (para ver más, puedes visitar la entrada de “El duelo por ruptura de pareja en las familias reconstituidas”.
La recomendación/sugerencia es observar, mantenernos despiertos y despiertas, curiosos ante todos estos cambios. Específicamente en este caso, mirar con atención los cambios en el ciclo vital familiar y los procesos que se cruzan en las familias reconstituidas y otros modelos familiares no tradicionales.
Inés Alonso Apausa. Psicóloga del Programa de Atención a Familias Reconstituidas.