El pasado 1 de junio participamos en las VI Jornadas de Parentalidad Positiva, organizadas por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad (MSSSI) y la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), para dar a conocer nuestra experiencia en el Servicio de Atención a Familias Reconstituidas en la mesa redonda titulada ‘Parentalidad y diversidad familiar’.
El aumento del número de familias reconstituidas año tras año pone de relieve la necesidad de, no sólo ayudar a las familias en el momento de su separación, sino de la importancia de poderles acompañar en el crucial instante en que aparecen nuevas parejas en sus vidas y en las de sus hijos e hijas. Es una realidad constatada tras los más de 25 años de trabajo realizado por UNAF y sus servicios en materia de Mediación Familiar en Separación y Divorcio, y el Servicio de Mediación para familias con hijos/as adolescentes.
En el caso de Familias Reconstituidas, no debemos olvidar que éstas van a suponer un profundo cambio en la estructura y mapa de funcionamiento respecto a la familia nuclear, de ahí que desde nuestro Servicio de Atención a Familias Reconstituidas intervengamos en dos áreas: la Orientación y la Intervención.
«Siempre han existido familias reconstituidas; pero nunca como ahora había supuesto una ruptura tan grande con las reglas de funcionamiento de la familia tradicional, por ello es necesario abordar cada caso con herramientas específicas.
Roles de género
El Divorcio en sí mismo no es dañino para la familia, siempre que la estructura familiar que se arme después sea funcional, que la reorganización familiar sea adecuada. Y aquí debemos atender a los roles de género, ya que se produce un choque entre los establecidos por la sociedad y la familia nuclear. Por ejemplo, y a grandes rasgos, se espera que la mujer sea la proveedora afectiva y responsable de las tareas domésticas en el nuevo hogar, que sea la madre de la nueva familia, aunque no sean sus hijos/as. Y por parte del padre se espera que sea el proveedor económico y el sujeto normativo, que “ponga orden” frente al descontrol de los menores.
Estas percepciones de lo que debe ser una madre y un padre es un error, ya que son el padre y la madre biológicos quienes deben hacerse cargo de sus hijos en todos los sentidos (en el afectivo, en el normativo, en el económico, y en el educacional).
Y en las familias reconstituidas, el rol de las nuevas parejas es algo que debe ser definido en estas nuevas familias. Porque, en ocasiones, nos encontramos con casos, sobre todo en las madres, en las que el peso del rol maternal es muy fuerte, y las madrastras se ven arrastradas a jugar el papel de madre en lo relativo a la crianza de los hijos/as de su pareja y a asumir la parte emocional de la misma. Esto hace que la relación de los niños con la madrastra sea más conflictiva, y que asimismo se genere una relación de competitividad con la madre biológica, quien puede verse suplantada en su rol.
Deseo de ser una Familia Tradicional
«Quiero ser una familia normal». Lo vemos y lo escuchamos en muchas familias reconstituidas que buscan con ahínco esa configuración de familia nuclear (padre, madre, hija,…). Y este se convierte en el segundo foco de los problemas en estos modelos familiares.
Existe la creencia cultural compartida, heredada del modelo de familia tradicional, de que el matrimonio o la vida en pareja es una estructura de vida necesaria para la felicidad, y que una ruptura es simplemente debido a una mala elección de pareja, cuando sabemos que no es así de sencillo.
Vemos cómo la reconstitución, en estos casos, es entendida como la sustitución de un miembro por otro, y no como una organización familiar nueva, con nuevos modos de funcionamiento. Estaríamos entonces ante una elaboración no adecuada de la pérdida que supone el punto de partida de las familias reconstituidas, que es la separación o divorcio de la anterior pareja. Será necesario por tanto acompañarles en la elaboración de este duelo.
Las familias reconstituidas, por tanto, son familias en transición y que nacen de la pérdida. Tienen que gestionar un gran número de cambios en un corto periodo de tiempo, al menos más que en una familia tradicional.
Respecto a la pérdida, la primera es que es una pérdida significativa, que va a modificar nuestra visión del mundo, nuestro proyecto vital. Es una Pérdida Ambigua: el/la otro/a ya no está físicamente (o al menos no de la misma manera que antes), pero sigue estando muy presente psicológicamente. Por eso, es importante aceptar que se ha producido la pérdida y reconocerla como tal.
En este contexto social, y dadas las necesidades específicas que presentan estos nuevos modelos familiares, sería oportuno que se establezcan políticas públicas que promuevan Servicios de Atención a las Familias que tengan en cuenta la complejidad y diversidad de las mismas.
Gregorio Gullón, Responsable del Servicio de Atención a Familias Reconstituidas de UNAF