Escuchar la palabra conflicto generalmente conlleva un pensamiento negativo. La mayoría de personas ven el conflicto como algo malo, como un enfrentamiento, una pelea o una discusión, y este pensamiento negativo se acentúa aún más en la adolescencia.
Los conflictos surgen cuando dos o más personas tienen posiciones, valores, intereses o necesidades diferentes, pero esto no tiene que ser algo negativo. Los conflictos forman parte de las relaciones interpersonales, son inherentes a las relaciones humanas y de forma espontánea no desaparecen, sino que hay que buscarles una salida, de ahí la importancia del afrontamiento que hagamos del mismo.
Educar a los y las jóvenes desde una edad temprana a que aprendan a resolver sus conflictos de forma constructiva es una gran oportunidad para que sepan desenvolverse en su vida adulta.
Desde nuestra experiencia en el desarrollo del programa de ayuda a la resolución pacífica de conflictos y sensibilización a la mediación en centros escolares, el afrontamiento agresivo del conflicto es la forma más utilizada entre los niños y niñas a la hora de intentar resolverlo, pero es importante que entiendan que esta manera de afrontarlo no resuelve nada sino todo lo contrario. Por tanto, si no les enseñamos a hablar y a plantear soluciones de forma no agresiva cuando son pequeños y pequeñas, según vayan creciendo y se vayan acercando a la adolescencia, su capacidad de dialogar, de empatizar y de plantear soluciones satisfactorias para todas las partes implicadas, serán muy escasas.
Resolver un conflicto de forma constructiva es una oportunidad de cambio. Favorecer la empatía y la capacidad de adoptar diferentes perspectivas, anticipando y valorando las posibles consecuencias, ayuda en el proceso de toma de decisiones. La capacidad de empatizar, de ponerse en el lugar de los demás es fundamental, ya que los conflictos que protagonizamos implican a varias personas, por lo que hay diferentes perspectivas que es necesario tener en cuenta, (no sólo la nuestra por mucho que creamos que tenemos razón).
Las y los adolescentes, en función de su capacidad de autorregulación social (comportamientos y pautas de conducta), van a ser más o menos capaces de evitar o buscar soluciones a las situaciones de conflicto. Por ello, resolver un problema de la forma más inteligente y justa posible, implica:
- Ser capaz de definir el problema, el motivo del conflicto. “¿Qué ha ocurrido?”
- Identificar tanto mis necesidades como las necesidades del resto de implicados en el problema. “¿Qué necesito para que el conflicto se solucione y qué necesitan los y las demás?
- Buscar y valorar las diferentes soluciones teniendo en cuenta las posibles consecuencias positivas y negativas tanto para mí como para la otra persona implicada. “¿Qué soluciones creo que me van a ayudar a resolver el conflicto?”
- Elegir la solución que hayamos considerado mejor y ver cómo vamos a llevarla a cabo, siendo conscientes de las dificultades que nos podemos encontrar.
- Poner en práctica la solución planteada.
- Valorar el resultado de esa solución. “¿Se ha resuelto el conflicto?”
Por otra parte, en algunas ocasiones, pero en menor medida, solemos identificar conflictos como ‘grandes conflictos’. Esto ocurre, fundamentalmente, debido a que a la hora de expresar nuestro punto de vista, opuesto al de los demás, no lo hacemos de forma razonable, sino que nos dejamos llevar por las emociones y no los manifestamos de forma neutral. Por eso, muchos de los conflictos son derivados de una falta o déficit de comunicación.
Debemos, por tanto, entender que no hay un único punto de vista, que una misma realidad la podemos ver de maneras muy diferentes. Así que la mejor forma de garantizar una buena convivencia es educando a los y las jóvenes en esta premisa.
“No podemos resolver problemas usando el mismo tipo de pensamiento que usamos cuando lo creamos”, Albert Einstein
Sandra Cabrera, Técnica de Programa Servicio de Sensibilización en Mediación a familias y atención, formación e intervención Psicosocial con hijos e hijas en Educación Primaria y Secundaria Obligatoria de UNAF